Me encontraba en el Brooklyn College, en una calle fuera del campus, conociendo a gente muy agradable. Hacia el final, solo me quedaron un Bhagavad-gita y un Srimad-Bhagavatam.

Me acerqué a una joven asiática (generalmente no son muy accesibles), y era muy sincera. No tenía ningún dinero consigo, pero había acabado de recibir una caja de frutas del banco de alimentos y me ofreció una parte. Acepté unas frutas y respondí a sus preguntas, y finalmente le di uno de los libros. Me sentía ansioso por distribuir el otro. Ella me dijo que iba a orar para que apareciera alguien que lo quisiera y me diera una donación a cambio. Le di las gracias y nos despedimos.

Entonces apareció un joven a la vuelta de la esquina. Llevaba una chaqueta amarilla, y me acerqué para enseñarle el Bhagavatam.

Él sonrió. «¡Qué increíble! ¡Te estaba buscando!»

Da la casualidad de que un amigo le había hablado de mi y él había salido a buscarme. «Voy a buscar al monje», le había dicho a sus amigos. No podía creerlo. Tenía mucho interés en el asunto y consideraba que aquel día las cosas se habían sincronizado. Se llevó el Bhagavad-gita y dio una generosa donación. Caminamos juntos hacia el tren, me dio su contacto, nos abrazamos y nos despedimos.

Todo lo que ocurre en sankirtana es obra de Krishna, y nosotros solo somos instrumentos. ¡Qué día tan fantástico! ¡Hare Krishna!

Su servidor,

Brajananda Dasa
(Estados Unidos)

Categorías: Historias

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