Queridos devotos,
Por favor, acepten mis humildes reverencias.
Toda gloria a Srila Prabhupada y sus inigualables libros.
Srila Prabhupada conmovió nuestras vidas. Era exigente y, desde luego, no solía pensar en pequeña escala. Cuando recuerdo cómo era mi vida mientras Srila Prabhupada surcaba este planeta, a menudo me viene a la cabeza una frase célebre de Helen Keller: «La vida o es una aventura osada, o no es nada». La vida con Srila Prabhupada fue, y todavía es, una aventura osada.
Cuando Srila Prabhupada llegó a Estados Unidos, difícilmente conseguía pagar el alquiler. A pesar de estas dificultades financieras, no se consideraba pobre en absoluto. Llevaba consigo la moneda más valiosa de todas: fe absoluta en las palabras de su guru y en Krishna. Afrontó todos los riesgos por Krishna. Siempre fue intrépido.
Gracias a eso, cuando los jóvenes —con poca o ninguna formación mundana— conocían a Srila Prabhupada, se volvían intrépidos y salían a conquistar el mundo en nombre de Krishna.
¡Y lo lograron!
Estaban convencidos de que, siguiendo las órdenes de su guru, no fracasarían. Estaban en lo cierto. Estos jóvenes viajaron por todo el mundo y conocieron dignatarios y estrellas del rock, inauguraron templos, grabaron éxitos de ventas, organizaron festivales, y publicaron y distribuyeron millones de revistas y libros.
La finalidad de la vida humana no es mantener el cuerpo, sino despertar nuestra relación eterna con el Señor y regresar al Supremo. Todo esto se puede lograr mediante actos de sacrificio divino.
Y el mejor sacrificio consiste en complacer al devoto puro. Afortunadamente para nosotros, se nos ha presentado dicha oportunidad. Srila Prabhupada nos ha dejado tanto servicio como queramos: si queremos. Depende totalmente de nosotros.
Seamos osados en su servicio. Pensemos en gran escala. No nos refrenemos.
¡Adelante, adelante, adelante!
Con gratitud, su servidor,
Vaisesika Dasa
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