Hace un par de semanas, salí a mi distribución habitual. Estoy tratando de hacer sankirtana al menos 2 días por semana, a fin de mantenerme en el grihasta ashrama consciente del propósito de la vida y del movimiento para la conciencia de Krishna.

Uno de mis campos habituales es el pueblo turístico de Guanajuato. Es pintoresco, antiguo y con mucha gente culta, algunos turistas y otros residentes.  Era un día tranquilo y todo fluía bien; acababa de dar un Bhagavad-gita cuando me acerqué a una mesa de un café para ofrecerle los libros a una señora, su esposo y una acompañante.  Tras observar los libros por un segundo, la señora exclamó: “¡No, estos libros no!”. No supe qué pensar, así que le pregunté si los había leído y qué le había pasado con ellos para hacer una exclamación tan desaprobatoria. Me había puesto a la defensiva y estaba a preparándome para un combate.  Tal vez era una católica fanática o una atea furibunda. Tal vez una burguesa en su esfera de cristal o el resultado de una mala experiencia previa.

“Sí, – respondió ella – en su campaña pasada me dieron uno, uno de un cubo. Problemas y soluciones espirituales, o algo así”.

“Ah, sí, – dije – Problemas materiales y soluciones espirituales. ¿Lo leyó? ¿Qué problema tuvo con él?”.

“Pues sucede que desde que lo leí, – prosiguió – no he podido volver a comer carne. Me parece terrible eso de matar para comer”.

“Pues eso está muy bien, ¿qué tiene de malo?”, le contesté rápido. “De hecho mucha gente cambia con estos libros: algunos abandonan las drogas, otros intentan entregarse a Dios… incluso conocí a un cazador que tras leer un libro que se llama El cazador y el sabio dejó de cazar. Así que  mejor llévese este otro libro: le va  a ayudar a continuar mejorando”.

“No, no, mejor no, – replicó – uno no sabe qué puede ocurrir tras leer alguno de estos libros. Yo soy un testimonio de que funcionan, hasta mi hermana ahora se volvió vegetariana, cuando le presté el libro”.

“¿Qué puedo hacer?”,  le pregunté, “yo le sugiero que se lleve otro libro, y que lo lea después”.

Pero ella no quiso. Así que me fui con un sentimiento triste y feliz simultáneo. Un sabor amargo porque no pude darle un libro, y uno dulce por constatar el poder de los libros de Srila Prabhupada.

En otra mesa pude dar un Ciencia de la autorrealización, y en la siguiente me entretuve con un joven muy, muy culto, que al final de una lúdica tertulia accedió a llevarse un Bhagavad-gita. Cuando miré el reloj no pude creer que había pasado una hora y media solo con ese joven, y mientras me espabilaba vi otra vez la mesa de la señora, así que pasé de nuevo.

“¿Todavía por aquí?”, le pregunté. Y mientras le decía eso le di Enseñanzas de la reina Kunti. “Este libro es muy bueno; pero no se preocupe, a nadie le ha pasado nada malo por leer alguno de estos libros. El volverse vegetariano es algo bueno, y con este lo peor que le puede pasar es volverse una santa, y si eso le pasa yo mismo vendré y le daré mis respetuosas reverencias.” No sé que efecto tuvieron esas palabras en su mente, pero cambió de opinión y lo compró.

Ahora sí que me regresé en éxtasis, y bajo el designio de esta historia, la semana pasada encontré con la campaña de un político en pre-elecciones y me acerqué a él, diciéndole que yo era parte del movimiento Hare Krishna, y pidiéndole que por favor leyera este libro: Problemas Materiales, Soluciones Espirituales.

Así pues, seamos felices con este sacrificio, sembremos bombas de tiempo en el vientre de este oscuro universo material, y la luz será el fruto de mañana, pues estos libros estallarán con la invocación de lo divino.

 

Bhakta Leonardo
México

Categorías: Historias

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