Da la casualidad que el último Ekadasi estábamos de viaje. Éramos cuatro devotos en una camioneta, y durante toda la semana habíamos desarrollado una competición tensa pero amigable. Así que en el día de Ekadasi quisimos hacer algo especial. Nos dedicamos a distribuir libros en Heidelberg: tres de nosotros fue a la zona peatonal del centro y yo me dirigí al frente de la biblioteca universitaria. El día transcurrió sin problemas.
A mediodía, cuando llegó la hora de nuestro descanso, acudieron dos de los devotos. Estaban tan absortos en el yajña que acudieron una hora más tarde. Por la noche regresé a la camioneta media hora tarde, pensando que los demás me estarían esperando… Pero para mi sorpresa allí no había nadie. ¡Ya llevábamos más de ocho horas distribuyendo libros!
Tomé prasada y conté los libros, pero una hora después todavía no había aparecido nadie. Empecé a preocuparme. ¿Maya, la policía o estaban en éxtasis? “Soy su líder de sankirtana y estoy sentado aquí en la furgoneta mientras ellos distribuyen libros y obtienen la misericordia especial del Ekadasi. ¿Qué clase de ejemplo estoy dando? Se supone que tengo que inspirarlos, ¡así que hoy voy a realizar un poco de esfuerzo extra para Krishna!”. Tomé cinco libros grandes y cinco libros maha y salí a buscarlos.
La segunda persona que paré se llevó el primer libro, y la siguiente persona también se llevó otro libro. Finalmente encontré a uno de los devotos: me dijo que había decidido volver, pero que al verme decidió quedarse veinte minutos más. ¡Jaya! En los siguientes quince minutos distribuí el resto de los libros sin ninguna dificultad.
Cuando regresé a la camioneta, los devotos estaban todos allí, radiantes por haber bebido el néctar de la misericordia del Señor Caitanya. Todos habían tenido el mejor día. Contamos los libros y justo cuando nos íbamos a marchar, un grupo de estudiantes curiosos que iban camino a una fiesta se detuvo frente a nuestra camioneta. Uno de los devotos les mostró algunos libros y los convenció para que se los llevaran. Los jóvenes siguieron su camino con Krishna en sus mochilas.
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Su servidor,
Gour Mohan das
Alemania
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