Hoy hacía frío en Dallas pero lucía el sol. Era mi día libre en el trabajo, y estamos a mitad del maratón. Aun así, no tenía ganas de salir. Pensaba: “¿Por qué he de hacerlo en mi único día libre? Ninguno de los demás devotos a los que he preguntado quiere salir de sankirtan. ¿Ellos pasándolo bien y yo he de sufrir? Le resultaría más fácil a un terrorista suicida salir a cumplir su misión, que a mi salir a la calle”.
Pero… prevaleció el deber. Total que me dirigí al centro comercial Fiesta, y la segunda persona a la que me acerqué era una abuela llamada María. Compró una “Ciencia de la autorrealización” y cantó conmigo el maha-mantra Hare Krishna, leyéndolo en la tarjeta que le di. Descubrí la importancia de fue sacrificar mi comodidad y salir. ¿De qué otra forma podría haberse encontrado María con Srila Prabhupada y recitar el mantra Hare Krishna?
Una señora afroamericana compró “La perfección del Yoga” pero tuvo miedo de cantar”No lo pronunciaré mientras no sepa lo que quiere decir”. Yo le dije: “Lea el libro y lo sabrá”.
Un mexicano compró una “Ciencia de la autorrealización” porque era amigo del friegaplatos del restaurante Kalachandji’s. El mexicano y su hija adolescente cantaron juntos el maha-mantra.
Un médico indio de Hyderabad salió de su clínica y compró “Más allá del nacimiento y la muerte ” después de decirle: “La ciencia de la biología sólo es capaz de describir los síntomas de la vida, sin embargo este libro le informa de la naturaleza real de la entidad que habita el cuerpo. Esta entidad debe encontrarse en el cuerpo para que éste sea consciente”. Leyó uno de los versos del Bhagavad-gita citados en el libro y cantó el mantraHare Krishna sin dudar.
Cuando se puso el sol y acabó mi jornada, estaba pasándolo tan bien que me costó dejarlo. ¡Parecía que todo el mundo quisiera libros! Lo que empezó como una contrariedad se volvió puro éxtasis. No permitamos que la mente nos engañe evitándonos el néctar de la distribución de libros.
Su sirviente,
Mishra Bhagavan Dasa
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