Recién había llegado al lugar donde acostumbro a realizar sankirtana, y una voz me llamó la atención mientras formaba la pila de libros.

–Empezando tu misión –me dijo una persona de apariencia aristocrática.

Cuando observé quien era, recordé que esta persona estaba muy interesada en nuestra filosofía, y verle nuevamente me dio mucha alegría. Era el mismo doctor que había conversado un día anterior. Él me dijo con mucha sinceridad que apreciaba los libros de Srila Prabhupada, y me recalcó varias veces que le interesaba elBhagavad-gita.

Ese día volvió a mostrarse interesado por el Bhagavad-gita, pero se sólo conversamos. No era el momento apropiado, su esposa que lo acompañaba le distraía a cada momento, e inclusive se armó de valor y, acercándose al oído de su esposo, le susurró algunas palabras. Su conducta impertinente concluyó de inmediato nuestra conversación, y el doctor se despidió  diciéndome:

– Me interesa ese libro –señalando con sus dedos el Bhagavad-gita.

Apenas había caminado algunos pasos cuando, rápidamente, dio media vuelta y con su mano me hizo un gesto, enviándome una señal de que pronto regresaría.

Efectivamente, al día siguiente regresó sin su esposa. Eso demostró que era una persona que cumple su palabra y que tiene buenos modales. En ese momento nuestro saludo fue respetuoso.

Luego, para darle algo valioso y animarle a que se llevara el Bhagavad-gita, le dije:

– Doctor, el Bhagavad-gita es para Usted.

Al escuchar mis palabras, simplemente sonrió diciéndome:

– He venido a llevarme el libro. Gracias por venir a estos lugares. La gente necesita estos libros. Aprecio el esfuerzo que haces.

Momentos después me pagó el libro y me hizo algunas preguntas. Luego conversamos unos minutos como buenos amigos, y entramos en confianza tan rápido que en poco tiempo me explico brevemente la historia de su vida. Me comentó que cuando tenía 17 años compro el Bhagavad-gita en el aeropuerto de Los Ángeles (USA), y por arreglo del destino se perdió, sin antes haberlo leído. Me dijo que era americano, pero de padres españoles. Un día, cuando era joven, tuvo un sueño en el que se encontraba en la India y había sido iniciado por un guru. Desde que tuvo ese sueño había planeado viajar a India, hasta que un día se hizo realidad. Al llegar a India conoció a su maestro y recibió iniciación. Tal como había soñado, su sueño se cumplió en la vida real.

Y finalmente me dijo:

– Estoy aquí (en Piura), casado con una peruana y desempeñando mi profesión de doctor. Gracias por traer estos libros.

Cuando llego el momento de despedirnos, me dio estas instrucciones, así como un maestro instruye a su discípulo para fortalecerlo en su misión:

– Continúe con su misión. Sea firme ante las adversidades. No haga caso si alguien te dice que está loco, no le escuches. No se deje llevar por esta sociedad materialista, no hay nada bueno en este mundo, solo lo espiritual es eterna. Se muy bien lo que estás haciendo, y es la mejor decisión que has tomado. Porque yo creo firmemente en las palabras de ese señor, ¿cómo se llama?…..

– Srila Prabhupada –le dije.

Y finalizo diciéndome:

– Admiro a Srila Prabhupada. Es un guru genuino. Que Dios siempre te guíe en tu camino.

En ese instante nos estrechamos las manos para despedirnos, y luego le expresé mi gratitud diciéndole:

– Muchas gracias doctor por sus consejos. Que Krishna también le guíe y le bendiga.

Ambos nos despedimos muy contentos, él se fue feliz con su Bhagavad-gita, y yo me quedé feliz con sus instrucciones.

 

Mahajana das
Piura (Perú)

Categorías: Historias

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