Me encontré con una señora y su anciana madre. (Más adelante me dijo que su madre era ¡una joven de 82 años!)

Tras los primeros saludos, les pregunté: “¿Han perdido algún ser querido?”(Suelo hacer esta pregunta como trampolín cuando distribuyo La perfección del Yoga o Más allá del nacimiento y la muerte.

La madre se puso a llorar de inmediato. Me disculpé por hacer una pregunta tan emotiva.

La hija respondió: “No. No pasa nada. Es que acabamos de perder a mi padre”.

La madre esbozó una sonrisa y dijo: “No pasa nada, joven. Lo cierto es que lo echo de menos”.

“¿Así que me ve joven? Espero que no esté coqueteando conmigo. Mi esposa y yo llevamos unos días de morros y me encuentro algo vulnerable, un bocado no me vendría mal, ¡no me tiente señora!”

Las lágrimas se esfumaron ¡y se echó a reír! Fue muy agradable.

“No lo pasaría nada bien” continuó “le aburriría hasta la muerte hablándole de mi querido esposo”.

“¡Ya me está cayendo gordo!”, contraataqué.

La hija estaba muy halagada con las bromas y disfrutaba al ver que su madre olvidaba las penas.

Luego les dije, “Miren, bromas aparte, me gustaría compartir algo con ustedes.

Hace treinta años que enseño un tipo de yoga llamado ‘Bhakti Yoga’ en Nueva York. Permitan que les ofrezca un regalo especial. A juzgar por el hermoso amor que sentía por su querido esposo, ¡estoy seguro de que le encantará!”

Les ofrecí una copia del Más allá del nacimiento y la muerte, les mostré la ilustración de la portada y les dije; “Voy a leerles un párrafo”.

Me puse a leer el primer capítulo: “No somos estos cuerpos ” (como nos dijo SP: “incluso una línea puede cambiar toda una vida ” ) y el verso 2:30 del BG que acaba: “En consecuencia, no te lamentarás por ningún ser vivo”.

Les dije: “Su marido es un alma eterna y usted también es un alma eterna. En realidad, nunca fallecemos. Lo cierto es que, o regresamos, o volvemos al hogar con Dios. Estoy seguro de que estará de acuerdo conmigo”.

“Lo cierto es que tengo la esperanza de que sea así ” me respondió. “Cuento con ello”.

“Puedo contar con ello” le prometí. En última instancia, todos somos parientes y ¡todos nos reuniremos en el mundo espiritual con nuestro Hacedor!

Sonrió muy dulcemente, y con una humildad sorprendente me dijo: “Oh, ¡me ha hecho tan feliz! No sé decirle lo feliz que me ha hecho hablar con usted. Era lo que necesitaba”.

Me despedí con una sonrisa y un “adiós”. Estaba encantado. Pero no acabó aquí la cosa.

Una hora más tarde llegó la hija, esta vez en solitario, y esperó pacientemente a que acabara con otra persona para luego acercárseme. Me dijo con total sinceridad: “Sólo quería darle las gracias por el rato que dedicó a mi madre. Está allí sentada en la cafetería leyendo su libro y recuerda encantada sus palabras y bromas. Está muy agradecida. Sólo quería darle de nuevo las gracias. La saqué de casa para que olvidara un poco y, aunque no deja de recordar, ahora se encuentra mejor.

Seguí con mis bromas: “¡No se preocupe, señora! Mi empleo consiste en ayudar a la gente a ver su futuro con mejores ojos. Podría decirse que soy “un interlocutor motivador”.

 

Su sirviente,
Pragosh das (ACBSP)

Categorías: Historias

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