Tuve la buena fortuna de ser invitado a una función acompañando a mis mayores, Jai Nitai y Sachi Kisore Prabhus. La función estaba dedicada a una dama británica, cuyo nombre era Jo Fillippou, con ocasión de otorgarle el título de Miembro del Imperio Británico (como cuando hicieron caballero a Paul McCartney). Parece que conocía a Jai Nitai Prabhu, y fue por eso que fuimos invitados, sin embargo él no preparó ningún elogio escrito. Jai Nitai era antes un importante distribuidor de libros, por eso me pidió que llevara una caja deBhagavad-gita. La reunión en sí era bastante aburrida: varios invitados subían al escenario para manifestar sus elogios a Jo. Podría compararse a un espectáculo de talentos amateur, unos cantan, otros bailan, etc.

Todo cambió cuando algunas señoras subieron al escenario e incluyeron en su elogio el recitado de unos cuantos versos sánscritos del capítulo nueve del Gita. ¡En seguida se encendió en mi corazón el fuego delsankirtana! Paramatma gritó en mi interior: “¡Esta es tu oportunidad!” Al instante estaba fuera del edificio corriendo hacia el lugar donde habíamos aparcado el coche, buscando la caja de libros en el maletero. Con la caja llena de veintiséis Gitas, me dirigí al edificio, el corazón me latía de prisa mientras oraba al Señor pidiendo más oportunidades. Lo que ocurrió a continuación podría compararse a un sueño en cámara lenta.

Solicité de mis mayores las bendiciones necesarias para llevar a cabo el sankirtana-yajña. Luego pedí permiso al maestro de ceremonias para subir al escenario a compartir mi amor y agradecimiento a Jo Fillippou, hablando del libro en que se basó el recitado tan inspirador que habían llevado a cabo las damas anteriores. Me dieron permiso, subí al escenario y pronuncié algunas palabras en honor del Gita, seguidas de un momento de silencio. Luego bajé del escenario, mientras no dejaba de pedirle al Señor. Uno por uno, todo tipo de celebridades, entre los que se encontraban algunos miembros del parlamento y otros huéspedes importantes, alzaron sus brazos ansiosos de conseguir el Gita de Srila Prabhupada. Repartí los veintiséis libros en un minuto, aunque muchas manos se quedaron en alto. Pronto acabaron las actuaciones sobre el escenario, mientras yo recorría las filas dominado por la dicha, entregando recortes de papel para retirar “pedidos pendientes” entre el resto de la inspirada audiencia.

¡Qué sentimiento tan inolvidable el de sentirse un instrumento del movimiento de sankirtana del Señor Caitanya!

¡Sankirtana-yajña ki jaya!

 

Bhakta Alexey (Londres)

Categorías: Historias

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